Un avance importante. Pero aún falta mucho. Ezequiel Tambornini

El lado oscuro del video de la empanada: los ensambladores seriales dedicados a empomar a los pauperizados consumidores argentinos

Evolucionar está muy bien. Ya no estamos gobernados por trogloditas que aseguran que la soja –principal fuente de generación de divisas genuinas de la economía argentina– es un casi un yuyo. Ahora tenemos un presidente que nos recuerda –a través de un video– el enorme valor agregado contenido en una simple empanada.
Ya dejamos atrás la pesadilla tercermundista. Ahora podemos aspirar a ser una nación pobremente digna. Y quizás algún día, con muchísima suerte, podamos llegar a ser un país civilizado.
Porque el video de la empanada tiene un lado oscuro: la renta extraordinaria –protegida por el Estado– de un pequeño grupo de millonarios que se dedica a ensamblar productos de dudosa calidad para comercializarlos a precios estratosféricos a clientes cautivos.
En el video –titulado “Todo es posible juntos”– la cuestión va bastante bien hasta la parte en la que se habla de “un camión que un empresario tendrá que fabricar” (sic). Y más adelante –ya sin eufemismos– se habla de alguien que “proveerá un horno” mientras se muestra una línea de ensamblaje de cocinas familiares.
Vamos a los números. En un Falabella de Santiago de Chile la cocina de cuatro hornallas más barata de la línea de Electrolux (56 STX) tiene un precio de 430 dólares, mientras que en Buenos Aires el modelo más caro de Electrolux (EXFT 856) cuesta 1000 dólares (el dato es que el modelo más barato de Chile tiene una calidad muy superior a la cocina más cara comercializada en la Argentina).
Cada vez que se cocina una empanada en un horno ensamblado en territorio argentino es bueno recordar que algunos vivos se están haciendo un alto guiso con los ingresos –pauperizados por la inflación– de los consumidores argentinos.
En el video además aparece Germán quien, con su camión, transporta los huevos que se van a emplear para elaborar la empanada. Para esa tarea en la Argentina Germán puede comprar, por ejemplo, un camión Ford Cargo 1723/48 6×2 EV de 230 CV a un valor de 90.880 dólares, mientras que en Chile podría adquirir un camión con mayor potencia (Chevrolet FVR 1826 E5 con 260 hp) a 67.300 dólares (con esa suma de dinero en la Argentina sólo alcanzaría para un Ford Cargo 1119 de 189 CV).
Es decir: con el capital que en Chile es posible comprar cuatro camiones, en la Argentina alcanza apenas para tres (con lo cual uno de los posibles germanes del video se queda haciendo dedo en la ruta en lugar de conducir el camión que transporta huevos).
El próximo gran video que nos debe el gobierno nacional es “cómo se hace un celular”, en el cual se muestren a los miles de chinos que se dedican a diseñar, fabricar y exportar las piezas que luego son ensambladas en Tierra del Fuego, por ejemplo, por Mirgor, una firma que es propiedad de Nicolás Caputo (uno de los mejores amigos de Mauricio Macri).
El verso predilecto de la industria ensambladora para autopreservarse es que son una fuente indispensable de generación de empleos (aunque son las primeras en suspender o despedir trabajadores cuando se presenta una crisis).
Una mayor integración comercial para una nación que pretende desarrollarse con la exportación de alimentos implica necesariamente terminar con la mentira de las empresas ensambladoras de piezas importadas. El hecho de que la Argentina tenga un déficit comercial gigantesco con China es evidencia más que suficiente para certificar el fracaso estrepitoso de esa política.
A comienzos de los años ’80 Australia tenía una matriz económica similar a la presente actualmente en la Argentina. Había inflación, desempleo y desánimo. Tenían la autoestima por el piso: incluso el entonces presidente de Singapur los había calificado como “pobre basura blanca”. Pero en marzo de 1983 fue elegido un nuevo gobierno de centroizquierda encabezado por un sindicalista, Bob Hawke, quien eliminó gradualmente todas las protecciones que impedían la libre importación de muchos bienes (como vehículos, vestimenta y calzado) para focalizarse en incrementar las exportaciones en las áreas en las cuales los australianos son competitivos (como minerales, petróleo, trigo, carnes o vinos). El resultado: más de treinta años de desarrollo económico. Los australianos son lo que son porque cambiaron.
Ezequiel Tambornini