La crisis lechera

Abril no ha sido la gota que faltaba para colmar de infortunios a la lechería argentina.
Fuente: La Nación
 
 Ha sido mucho más que eso. Trajo lluvias persistentes y de un caudal que provocó inundaciones considerables en el norte de Buenos Aires, La Pampa, Entre Ríos, Córdoba, Chaco, Formosa y, sobre todo, en Santa Fe. Ha dejado daños por cientos y cientos de millones de dólares en cultivos en trance de cosecha, como la soja, y paralizado hasta el 50% la producción de la cuenca lechera de Rafaela, la más importante del país.
El hombre de campo está familiarizado con los riesgos de su actividad, hecha por definición a cielo abierto, e ignorados muchas veces por quienes desde la ciudad y los centros nacionales de poder aumentan con políticas irracionales los efectos de la naturaleza, que da pero de pronto quita. Fue así como la Argentina quedó al margen de la fiesta, por así llamarla, que la lechería vivió desde 2008, con precios internacionales que subieron hasta 5000 dólares la tonelada de leche en polvo.
Ese valor ya estaba de por sí mediatizado para tamberos e industriales argentinos por el tipo de cambio con el cual el último gobierno kirchnerista frenó más y más las exportaciones de bienes nacionales. El golpe de gracia fueron los permisos especiales de exportación aplicados a fin de ralentizar la salida de bienes al exterior y disponer en el orden interno de una herramienta para neutralizar la inflación que se disparaba.
A fines de 2015 no quedaban ni restos de la fiesta disfrutada por países como Nueva Zelanda, que vende al mundo el 95% de su producción. Los precios cayeron estrepitosamente por una sobreproducción mundial, que se fue conjurando el último mes para la Argentina, con pérdidas notables por las lluvias caídas en las principales cuencas lecheras, en particular las de Tandil y Trenque Lauquen-Carlos Casares, además de Rafaela.
Si hay productos caracterizados por su labilidad cíclica, el de los lácteos es más complejo y delicado, ya que puede hablarse de condiciones supercíclicas. La producción decrece cuando comienzan los fríos, por falta de pastos, y vuelve a recuperarse en primavera. La mitad de la leche obtenida en los tambos va a la preparación de quesos, de los cuales sólo una pequeña parte se exporta. El 22% de la producción lechera se vende, en forma mayoritaria de leche en polvo, al exterior. Con 200 litros de lácteos por año de promedio, el consumo en la Argentina es uno de los más altos en el mundo.
Últimamente se inició una lenta recuperación de los precios internacionales, que se ubican en alrededor de 2170 dólares la tonelada. En el país, el precio de 1,90/2 pesos por litro de leche de diciembre ha pasado a 2,90/3 pesos y se ha fortalecido aún más con subsidios estatales, primero de 0,40 y, luego, de 0,60 pesos. No ha sido posible para el Gobierno organizar un sistema de absorción de la sobreabundancia de leche con el que se encontró en diciembre, pero se ha restaurado la libertad de exportar y el cambio de moneda es ahora más competitivo que al llegar aquél al poder. El sobrestock se ha ido neutralizando, como decíamos, por los efectos devastadores de las inundaciones que todavía perturban el desenvolvimiento de las provincias citadas y dañaron el 80% de tierras y forrajes afectados a la producción lechera.
Cabe en adelante, a cuantas voces tengan un papel de gravitación en las cuestiones agropecuarias, advertir que la Argentina dispone de aptitudes excepcionales, tanto por tierras como por granos, para la actividad lechera y atender así a una producción con creciente demanda mundial. Pero que los momentos de mayor esplendor son reflejo de situaciones efímeras y que no se trata de abrir, bajo el encandilamiento de esos cortos lapsos, un número de nuevos establecimientos que no puedan sustentarse en etapas de normalidad y aumento ordinario del consumo. Que hay normas laborales de cumplimiento imposible para los tamberos, que más que asegurar fuentes de trabajo, las anulan. Que los mercados exigen formalidades que deben respetarse, tanto en cuanto a los controles sanitarios como a las leyes impositivas y del comercio regular entre naciones.
En otras palabras, que convendrá a todos meditar sobre esta crisis en tren de superarse como una oportunidad para revalorizar el concepto de estabilidad en las cuestiones políticas y económicas. Si se carece de preceptos fundantes de confianza en el país y sus actividades, los hechos fuera de lo común que provengan tanto de la naturaleza como de los mercados potenciarán sus efectos negativos.