Buryaile y Monsanto, en una pelea golpe por golpe. F. Sanmartino

Que se tenga memoria nunca antes una cosecha de soja generó tanta incertidumbre y complicaciones como la que se intenta levantar. Dos factores generan este escenario: el clima y Monsanto con su sistema de cobro del canon por su tecnología Intacta. El ministro de Agroindustria Ricardo Buryaile entiende que la obligación de los productores a firmar una cláusula en los contratos de granos para realizar la detección del evento biotecnológico restringe la libertad de comercio. "Las reglas de juego las ponemos nosotros, no una empresa", afirmó.

Los dos problemas han escalado de manera imprescindible en las últimas semanas. Los productores no sólo tuvieron que lidiar con un temporal desmesuradamente extendido tanto en el tiempo como en el espacio que los obligó a frenar en seco la cosecha de soja de primera. Ya sea por falta de piso en los lotes o por la destrucción de los caminos, las cosechadoras hace más de diez días que están paradas.

Ahora se les suma todo el embrollo generado en la comercialización de la soja con la cláusula Monsanto. La declaración del ministro Buryaile acerca de que "no se puede poner en la cabeza una pistola al gobierno a cuatro meses de haber asumido" durante el congreso del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva), refleja el malestar con que se están desarrollando las negociaciones de último momento con la empresa. Como hay mucho en juego las partes aún no se pudieron dar el lujo de pegar un portazo. Ganas no les faltan.

Lo que meses atrás arrancó bien en reuniones cordiales y constructivas para llegar a un acuerdo sobre cómo desmontar la cláusula Monsanto consensuando distintas fórmulas que atendieran el cobro del evento biotecnológico, está por terminar de la peor manera. El planteo de los funcionarios del Ministerio a Monsanto era "no hagan de policía y control y no efectúen la retención compulsiva; es un tema de nuestra competencia y penalizaremos a los infractores de la ley, a los que se detectó el evento y no pagaron". La empresa no cedía pero evaluaba alternativas.

Hasta que en un momento la negociación se enturbió y las argumentaciones fueron reemplazadas por la fuerza de los hechos consumados. Se cuenta que todo comenzó a desbarrancarse cuando Monsanto endureció aún más su posición al vislumbrar la posibilidad de incorporar la controversia en la agenda de la reunión de los presidentes Barack Obama y Mauricio Macri. Jugaron a fondo porque sabían que de tratarse en ese nivel tenían el partido ganado. Pero les salió mal y el buen clima para seguir negociando voló por el aire. La represalia no tardo en llegar.

En Agroindustria encontraron un hallazgo arqueológico: una vieja ley que autorizaba a la entonces Junta Nacional de Granos para aprobar los análisis en el comercio de granos. La desempolvaron y generaron la resolución 140 que obliga a cualquier procedimiento que intervenga en la comercialización de granos a contar con la aprobación de Agroindustria. Así Buryaile encontró la forma para volver a tener la pelota al pie.


La respuesta vino esta vez del propio Brett Begemann, CEO global de Monsanto, que se subió al jet privado para intentar una audiencia privada con Mauricio Macri. No lo logró. Apenas sostuvo una charla telefónica con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y una reunión con Buryaile.

Las negociaciones continúan pero esta vez el tiempo les corre en contra. El lunes, si Dios quiere, entran las cosechadoras a los lotes. ¿Se continuará haciendo el test para detectar Intacta? ¿Seguirán los exportadores alineados a la cláusula Monsanto? ¿Qué pasará con los embarques de soja que van a China sino tienen el certificado de bioseguridad?

Para algunos ya no estamos frente a una cosecha de soja sino en una carrera de obstáculos.