Inflación: gradualismo versus shock. Roberto Cachanosky
Cualquier economista medianamente informado sabe que el kirchnerismo dejó una
situación fiscal realmente dramática, con un gasto público en niveles récord,
una presión impositiva asfixiante y un fenomenal déficit fiscal que fue
financiado con emisión monetaria la cual generó el proceso inflacionario que nos
legó el populismo kirchnerista.
Uno de los debates que se presenta frente al agudo proceso inflacionario
heredado por el kirchnerismo es si hay que frenar la inflación en forma gradual
o con tratamiento de shock.
Si bien no fue explicitado el plan gradualista del gobierno para reducir la
inflación, todo parece indicar que piensan ir bajando muy lentamente el gasto
público o más bien dejarlo congelado y suponen que habrá una corriente de
inversiones tan fuerte que reactivará la economía. Esa reactivación permitiría
incrementar la recaudación tributaria y con esa mayor recaudación se iría
reduciendo la brecha fiscal con menor necesidad de emisión monetaria para
financiar el rojo del sector público. Insisto, el gobierno no explicitó cómo
será la estrategia gradualista pero intuyo que ese es el camino elegido.
Es más, me parece que inicialmente apostaban a que el cambio de gobierno
generara una fuerte corriente inversora del sector privado que moviera la
economía. La sola presencia de Macri iba a generar esa corriente inversora. Al
no darse ese escenario todo parece indicar que la apuesta ahora se ha movido a
la obra pública, particularmente al plan Belgrano, pero financiándolo con deuda
externa. Este mecanismo dinamiza la economía en el corto plazo porque le permite
al sector público aumentar el gasto sin cobrarle más impuestos al sector
privado. Es decir, el sector privado no baja su consumo y el sector público
puede aumentar su gasto. Claro que en el largo plazo hay que pagar intereses de
la deuda pública con lo cual crece el gasto y el déficit fiscal o la presión
tributaria con lo cual se comprime la economía.
Pero volviendo a la estrategia de corto plazo, la baja del gasto público
parece estar descartada en la agenda del gobierno, al menos en forma más
contundente de lo que se anuncia y se prefiere, mediante el gradualismo,
financiar parte del déficit fiscal con endeudamiento interno, estrategia que no
comparto.
Veamos, el gasto cuasifiscal que tiene actualmente el BCRA por financiar el
déficit fiscal colocando LEBACs está en el orden de los $ 100.000 millones
anuales, un número que se acerca bastante al ahorro que tendrá el estado bajando
los subsidios a la energía al subir la tarifa de luz. Es decir, con la
estrategia gradualista, el gobierno paga el costo político de aumentar la tarifa
de energía, pero prácticamente no tiene ahorro fiscal porque el gasto de
endeudamiento interno por no bajar el gasto público le genera un costo que le
neutraliza el efecto de aumento de las tarifas.
Por otro lado, el gradualismo tiene el riesgo de ir limando las expectativas
de la gente, producir una huida del peso y acelerar el proceso inflacionario.
Por el contrario, una política de shock cambia las expectativas de la gente,
aumenta la demanda de moneda y ayuda controlar la inflación. Veamos un ejemplo.
En 1985 Alfonsín anuncia el plan austral. Más allá de su parte heterodoxa,
dicho plan contenía anuncios en materia fiscal, baja del gasto público, hubo
cambio de moneda e incluso lo recuerdo a Alfonsín hablando desde el balcón de la
Casa Rosada diciendo que iba a privatizar todo lo que hubiese que privatizar. Si
mal no recuerdo habló de economía de guerra.
Finalmente el plan fracasó porque no hubo una verdadera baja del gasto
público, pero inicialmente generó expectativas positivas en la población y logró
atemperar, durante un tiempo, la tasa de inflación. Ese fue un plan de shock
económico con anuncios que conformaron un contexto de política económica.
Como contrapartida podemos mostrar el gradualismo de Machinea con Miguel Bein
al inicio de la gestión de De la Rúa y su fracaso como plan económico
gradualista para solucionar el problema fiscal. Le dejaron el lío a Ricardo
López Murphy que anunció una reducción del gasto público (política de shock), lo
echaron, lo reemplazó Cavallo que inicialmente apuntó al gradualismo y a que su
vuelta al ministerio de Economía iba a generar tanta confianza que la economía
se reactivaría pero tampoco resultó.
Otro ejemplo de gradualismo es el inicio de la gestión de Menem con el plan
Bunge y Born que terminó en el plan Bonex.
Ahora bien, ¿a qué me refiero cuando digo que hay que aplicar una política de
shock? ¿Qué significa?
Una política de shock debe tener 3 grandes patas: a) la consistencia del plan
que debe ser global, b) anunciarlo todo junto y c) saber comunicar con claridad
a la población qué economía se recibió del kirchnerismo y qué medidas se van a
adoptar y por qué.
Empezando por la segunda parte, creo es fundamental comunicarle claramente a
la población por qué hay que adoptar ciertas medidas y cómo será la secuencia de
los acontecimientos económicos. Mostrarle a la gente que el kirchnerismo les
hizo vivir una fiesta artificial de consumo que destruyó la economía, que
primero hay que reconstruir la inversión y que el primer motor puede ser la
exportación y que con una fuerte corriente inversora, con una economía integrada
al mundo, con disciplina fiscal y monetaria la gente tendrá trabajo bien
remunerado.
Ejemplo, si le explicamos a la gente que en vez de producir solo para el
mercado interno la economía va a producir para exportar para recuperar el 3% del
total de las exportaciones mundiales que exportábamos a comienzos del siglo XX,
la gente entenderá que si exportamos U$S 400.000 millones anuales en vez de los
actuales U$S 70.000 habrá muchos más puestos de trabajo.
En lo que hace a la política de shock no estoy diciendo que de un día para
otro tiene que desaparecer el déficit fiscal, no soy tan necio como para no
comprender las restricciones sociales y políticas que hay al respecto, pero sí
considero necesario iniciar el desafío de reducir la cantidad de empleados
públicos que cobran sueldos a costa de los impuestos que pagan los
contribuyentes, que hay que ponerle un límite a los llamados planes sociales,
tanto en monto como en duración y que hay mucho para recortar en gasto público
por el lado de la corrupta obra pública.
Me sugerencia sería que Macri reúna a los dirigentes sindicales, a los
partidos opositores no kirhneristas fanáticos y a los dirigentes empresariales,
les muestre con toda crudeza la herencia recibida, las medidas a adoptar para
salir del destrozo k y pedir su apoyo político. Esto mismo debe ser hecho con
toda claridad con la población. Explicar claramente qué se recibió y qué se va a
hacer para reconstruir la destrucción que dejó el kirchnerismo.
Cuánto más rápido se recomponga la economía mejor va a vivir la gente.
Entiendo los temores a que vuelva el populismo k, pero para eso está la
receta de impulsar todos los juicios que sean necesarios para mostrar lo
corruptos que han sido y cómo usaron a la población. El kirchnerismo no debe
volver solo por su ineficiencia económica, sino por su tendencia totalitaria y
por su inmenso espíritu correcto.
En definitiva, si Erhard hubiese quedado paralizado por miedo a que volviera
el nazismo, nunca se hubiese producido el milagro alemán. Y recordemos que en
ese momento Alemania era controlada por las fuerzas aliadas en una época en que
tanto en EE.UU. como en Inglaterra dominaban las ideas estatistas e
intervencionistas. A eso se enfrentó Erhard y logró el milagro alemán.
Plantear las políticas de shock como una propuesta salvaje que consiste en
que los ricos se desayunen con algunos pobres todos los días es típico del
discurso k en que el que piensa diferente es un enemigo de la patria.
Solamente se trata de analizar si finalmente una política de shock no es
menos dolorosa para la población que la larga agonía de las políticas
gradualistas que ya han mostrado infinidad de fracasos en la historia económica
argentina.
De lo que se trata es de buscar el camino menos dolorosa para la población
luego del intento de establecer la tiranía k.
Fuente: Economía para Todos