El contexto externo y su impacto en Argentina. Dante Sica

Desde hace unos años, el mundo ya no es el mismo. Atrás quedaron los años en los que las economías emergentes, con China a la cabeza, actuaban de locomotora generando derrames positivos sobre el resto del globo y con precios de las commodities tocando niveles récord que permitían a los países exportadores de materias primas vivir una primavera de divisas comerciales. Brasil crecía a paso firme y con el real apreciado. Y en el mercado financiero prevalecían las tasas de interés extraordinariamente bajas, con un volumen de flujos de capitales inédito hacia las economías emergentes. Hoy la realidad es muy distinta.

Tras crecer durante más de 10 años a una tasa promedio del 10 por ciento anual, el gigante asiático inició una desaceleración a partir de 2012, en un intento por transformar una economía basada en la inversión y las exportaciones a una impulsada por el consumo. El año pasado cerró con un crecimiento en torno del 6,9 por ciento, cifra muy por debajo de la que se esperada cuando empezó dicho año. Siendo uno de los principales demandantes de materias primas, su menor dinamismo implicó un freno al comercio global y un derrumbe en los precios de varias commodities. En particular, los metales básicos, segmento en que el país asiático representa cerca de la mitad de la demanda mundial. Pero también de la soja, el trigo y el petróleo, por citar sólo algunos, en los que la menor demanda global se combinó además con una sobreoferta que ejerció una mayor presión sobre los precios. La ausencia de señales de cambio en estas condiciones permite prever que tanto el crecimiento chino como las cotizaciones de los productos básicos no despegarán en el futuro cercano.

Brasil también aporta su granito de arena a un contexto externo para Argentina lejano al huracán de cola que lo benefició en el pasado. El país carioca se encuentra sumido en una crisis política de extrema magnitud, que arrastra a la economía. Al escándalo de corrupción en Petrobras se sumaron la falta de apoyo legislativo al gobierno y el proceso de impeachment iniciado contra la presidente Dilma Rousseff. Así, el país vecino cerró 2015 con su peor desempeño en 25 años (el PIB cayó 3,5 por ciento de acuerdo con las primeras estimaciones) y el pronóstico no mejora para el corriente. Con proyecciones que se corrigen a la baja día a día, el mercado ya espera una contracción de 2,8 por ciento para 2016, con posibilidad que la actual recesión devenga en depresión económica.

Por su parte, y luego de casi 10 años, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) subió en su última reunión las tasas de interés de referencia, dado el fortalecimiento exhibido por la economía norteamericana; e inició un camino que podría continuar en la medida en que las estadísticas de la primera potencia mundial acompañen. Las consecuencias del alza en la tasa implicarán una reversión en los flujos de capitales hacia las economías emergentes, con mayor apreciación del dólar y consecuentemente desvalorización del resto de las monedas y precios de commodities. A su vez, encarecerá el acceso al crédito.

Así, el escenario externo se presenta a priori más desafiante para nuestro país en 2016. Con los dos principales mercados de exportación argentinos atravesando situaciones críticas por el lado de la demanda y monedas que se desvalorizan volviendo sus productos más baratos en dólares (sumado a un mercado interno en pleno proceso de reacomodamiento de precios relativos), el efecto inmediato sobre la producción local puede ser considerable. Estará en la pericia de la nueva administración generar las condiciones para que el efecto negativo quede sólo acotado al corto plazo y logre que la economía se reactive a partir del segundo semestre.

En el plano externo, la competencia por mercados será más dura, lo que obligará a poner el foco en los factores estructurales de la competitividad sistémica como mecanismo para que el país recupere el posicionamiento que supo tener en el mapa global de comercio, abriendo nuevos destinos para la producción local.

Y por el lado financiero, en un año en que el país necesitará recurrir a fondos externos para financiar al Tesoro y numerosos proyectos privados, habrá menos capitales disponibles y a un mayor costo, dada la creciente aversión al riesgo reinante en los mercados internacionales, lo que implicará un mayor desafío para el equipo económico.