La magnitud de la crisis convierte aMacri en un presidente sin luna de miel. FERNANDO GONZALEZ

Es conveniente que Mauricio Macri y sus colaboradores lo entiendan. El nuevo presidente y su gobierno no tendrán luna de miel. No habrá ese lapso de tiempo en el que la opinión pública le sonríe a los funcionarios recién llegados. Es que la crisis de la Argentina es de tal magnitud y está tan extendida que no deja margen para la improvisación ni para los errores evitables. Tal vez sea injusto pero es lo que el país vivirá a partir de hoy.
Ya no importa que el dólar atrasado, la inflación en disparada o la multiplicación de los cortes de energía eléctrica se deban a la pésima gestión del kirchnerismo. La responsabilidad ahora es de Macri. La convocatoria a los dirigentes de la oposición y a los gobernadores es bienvenida pero no es suficiente. El presidente es quién debe tomar medidas urgentes y sensatas para mostrar rápidamente que se puede avanzar hacia soluciones al menos parciales. Y el nuevo gobierno es el que cargará con la responsabilidad de un eventual calentamiento económico o con la mochila tan temida de un estallido social en estos días tensos de diciembre.
Macri confía en la simpatía social que despierta el arranque de su gestión. Y focaliza su apuesta en las iniciativas que comunica a través de los grandes medios de la Argentina (el Grupo Clarín y el diario La Nación). Es el mismo método que utilizaron Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner en las transiciones de 1999 y 2003 con los resultados conocidos. Al final del verano, sabrá si la estrategia fue exitosa o si se impone un replanteo para no repetir las experiencias traumáticas de sus antecesores.