El deterioro brasileño y su impacto sobre Argentina. Dante Sica

La reciente decisión del presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, de aceptar el pedido de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff y las diferencias entre la mandataria y su vicepresidente condimentaron aún más el fin de año ya convulsionado que vive Brasil.

Como toda crisis, cuanto más se agudiza, más desconfianza y parálisis genera en las decisiones de consumo e inversión de la ciudadanía, profundizando el deterioro de la economía. Este año la economía del país vecino registrará su peor desempeño en veinticinco años, con una caída del producto que se aproxima al 3,5% y un derrumbe del 23% en el índice de confianza al consumidor, según datos oficiales, avalados por otro indicador relevante como es el de confianza del empresario industrial, que muestra una contracción de 26,8% en lo que va de 2015.

Y las perspectivas tampoco son alentadoras con la actual recesión, que anticipa un devenir de depresión económica. Las proyecciones del mercado para el año entrante que recaba regularmente el Banco Central de Brasil se ajustan a la baja día a día: mientras que tres meses atrás se esperaba una caída en el producto de 0,5% para 2016, hoy los pronósticos son más pesimistas: la economía se contraería 2,3% el año próximo.

Esta situación tiene impacto en la Argentina. Brasil es el principal destino de nuestras ventas al exterior, en particular de productos industriales -segmento en el que absorbe casi la mitad de los envíos domésticos-, por lo que el retraimiento de su demanda no sólo significa menos dólares comerciales sino también menos actividad para sectores que ya vienen golpeados, y por consiguiente, mayores riesgos sobre el empleo. Esto es especialmente significativo para el sector automotriz del país, pero también para otros rubros industriales, como el químico, petroquímico, siderurgia y metalmecánica, que vieron reducirse sus exportaciones bruscamente en 2015.

Este escenario permite prever que, aun a pesar de la corrección en el tipo de cambio que nuestro país debería llevar adelante para corregir el fenomenal atraso cambiario que dejó como herencia la gestión anterior y que alentaría las colocaciones de productos locales en el exterior, las ventas a Brasil es improbable que se recuperen en el corto plazo. Si sumamos el efecto que sobre la demanda interna generaría el plan de estabilización a aplicar por el nuevo gobierno en los primeros meses de 2016, orientado a reordenar la macroeconomía, el resultado inmediato sobre la producción local no será menor.

No obstante, el escenario que se observaría en la primera parte del año próximo se revertiría hacia el último trimestre, con una recuperación del crecimiento de la mano de la inversión y, en una segunda instancia a partir del consumo, esperándose para 2017 la recuperación del mercado brasileño que permita potenciar las exportaciones, impulsando a su vez toda la cadena productiva argentina.