Comida para 600 millones. Carlos Petroli

Panorama agropecuario. Una agenda para trabajar en red, acento en las buenas prácticas, un sistema regulatorio homogéneo y una política para potenciar la marca agro del país.

En 2020 (cuando el gobierno que asumirá en diciembre haya concluido su mandato), la Argentina estaría produciendo agroalimentos para 600 millones de personas. Con una mirada cargada de optimismo, la cifra fue citada desde la cartera agropecuaria nacional, basada en proyecciones del Inta. Esto, con motivo de haberse cumplido, el pasado el 16 de octubre, siete décadas desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En 1945, 42 países pusieron en la agenda mundial la lucha contra el hambre y la desnutrición. 
Sin claudicar de esas metas, cuando hace poco estuvo en Córdoba el canadiense Robert Saik, como parte de su campaña a favor de la biotecnología agrícola, coincidió en un punto: la agricultura, a nivel global, podrá en el futuro alimentar a nueve mil millones de personas. Pero hizo una salvedad: “El problema es que la dejen”, advirtió, para considerar que las movidas contra la ciencia son “la mayor amenaza contra la seguridad alimentaria mundial”. Y que las voces de la ciencia están siendo ahogadas por las del miedo y la paranoia.
Trabajar en red, poner el acento en las buenas prácticas, procurar un sistema regulatorio homogéneo y una política para potenciar la marca y la imagen argentina como exportador está ganando lugares en la agenda del sector. 
Allí se puso el foco, durante un encuentro, una usina interinstitucional, convocada esta semana por Cartez en Villa María, y que contó con referentes de más de 20 entidades y organismos. La red proyecta llevar adelante diferentes iniciativas, detrás de las citadas metas.
Gustavo Idígoras, un consultor que fue agregado agrícola argentino ante la Unión Europea, estuvo entre los expertos invitados. Enumeró que entre 170 países consumidores mundiales, sólo 11, entre los que se encuentra la Argentina, son superavitarios en la producción de alimentos. “Para nosotros, entonces, la ecuación como país es: más exportaciones, basadas en pilares sanitarios, inocuidad (trazabilidad y certificación de productos), sustentabilidad social y ambiental, demandas muy crecientes en los ámbitos internacionales”, expuso.
Para alcanzar tales rangos, junto con la condición de contar con plataformas rentables, se evaluó que la participación en estos desafíos encontrará no pocas barreras. 
Recientemente, en el Parlamento Europeo se debatían prohibiciones para la agricultura pampeana. El lobby de “seudociencias” se muestra muy activo, dijo el experto. Desde el año próximo, los envíos de frutas y hortalizas a la UE deberán contar con un requisito de etiquetado. Y para 2018, habrá que cumplir con 14 tipos diferentes de indicadores de impacto ambiental para entrar a Europa. Entre ellos los relativos a cambio climático, toxicidad y uso del suelo. De allí que los productores están preocupados y ocupados en la agenda ambiental.