Productores pobres, y el Gobierno también. Pablo Andreani


Indicadores agrícolas. En el último año, las exportaciones argentinas cayeron 25 por ciento, por menor volumen y precio. Mientras el Estado pierde divisas, los productores soportan una crisis de rentabilidad.


La Argentina, el granero del mundo a comienzos del siglo 20 y octava potencial mundial, ha ido perdiendo el brillo de épocas pasadas y ha entrado en una decadencia que hoy la posiciona en el puesto número 100 por orden económico mundial.

En Japón le dicen a los estudiantes en la primaria: “somos un país pobre, no tenemos energía y debemos importar todo el petróleo, no tenemos tierras para agricultura y debemos importar todos nuestros alimentos, y necesitamos trabajar mucho y superarnos en forma permanente para poder ser potencia mundial”. Y lo han logrado.

En la Argentina deberíamos decirle a nuestros alumnos en primaria: “Somos un país agrícola ganadero y Dios nos bendijo con tierras muy fértiles, productores altamente capacitados y capaces de producir y alimentar a más de 1.000 millones de personas”. Y no lo hemos logrado.

No debemos permitir que por motivos ajenos se quiebre nuestro destino de ser potencia alimentaria mundial. El desafío está en nuestras manos. Y debemos estar orgullosos de ser un país agropecuario y poder satisfacer las necesidades de alimentos de buena parte del mundo.

El sector agropecuario atraviesa una de las peores crisis de la última década y en esta oportunidad las causas de la crisis en la Argentina tienen mucha más relación con factores internos que con factores externos.

No es la crisis en Grecia, Brasil, ni Rusia, ni la menor actividad económica en la Unión Europea, ni la crisis bursátil en China las causas de la crisis de rentabilidad que atraviesan la mayoría de las actividades agropecuarias. La causa de esta crisis es una combinación entre la baja sufrida en el precio de los commodities agrícolas, por sobre oferta en el caso de la soja, y por caída en la actividad económica de países importadores de alimentos de la Argentina. Como es el caso de Rusia y Brasil, y el fuerte aumento de los costos operativos y de logística en la Argentina.

La política de tipo de cambio atrasado con respecto a la inflación genera un constante incremento de los bienes y servicios en pesos, y junto con la caída de los precios de las commodities , confluyen en márgenes del negocio negativos. En estos momentos se estima que la deuda de los productores asciende a los 3,500 millones de dólares, equivalente a los costos de producción “para el arranque” de toda la superficie a sembrar con Soja.

El sector productor se está descapitalizando, se está consumiendo su capital para poder producir y deberá recurrir al crédito comercial o bancario para poder enfrentar la próxima siembra de los cultivos de verano.

En el último año las exportaciones de la Argentina sufrieron una reducción del 25 por ciento debido a la caída de los precios y a los menores volúmenes exportados.

Para 2016 se proyecta que el ingreso de divisas del sector agropecuario llegará a 22.600 millones de dólares, una caída de 11 mil millones con respecto a los ingresos de 2014.

No solo los productores tendrán 11.000 millones de dólares menos en sus bolsillos sino también el Gobierno. Y toda la economía se verá resentida por la falta de dólares en el mercado y la imposibilidad de poder reemplazar el ingreso de divisar por otras actividades “exportables” en el corto plazo.

En el caso de la soja el problema no es solo los márgenes negativos del cultivo sino también la falta de financiamiento. Los productores de soja del NEA y NOA, aun con rindes récord han tenido resultados negativos por la alta presión fiscal, impositiva y el encarecimiento de los fletes.

Los tiempos de la producción son tiempos biológicos y no tienen margen de maniobra, y no coinciden con los tiempos de la política. Esperar al 10 de diciembre, ya es tarde para revertir la actual crisis productiva.



* Analista de mercado (www.agripac.com.ar)