Por si la reducción en la intención de siembra de trigo para la campaña 2015/16, producto de la pasividad
del gobierno nacional ante la delicada coyuntura de la cadena agrícola
local, no era suficiente para comprometer el nivel de producción; la
llegada de eventos climáticos extremos impone un interrogante adicional.
Por otro lado, la inestable economía internacional y la fuerte
competencia por dominar el mercado de exportación sigue presionando a la
baja el valor del cereal.
La
caída del área implantada venía siendo anunciada por el sector ante la
dificultad de prever márgenes de rentabilidad que justifiquen el riesgo
de la actividad. El fuerte ajuste en las estimaciones oficiales da
cuenta de la gravedad del hecho. De acuerdo al último informe mensual
del Ministerio de Agricultura, la superficie sembrada se encontraría en
el orden de las 4 millones de hectáreas, lo cual representaría una
reducción del 24% con respecto al trabajado en la campaña anterior según
datos oficiales. Este estimativo se encuentra más en línea con lo
publicado por otras entidades, sin dejar de parecer algo conservador. La
Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR pone a la caída
interanual del área en un 28% (con respecto a un total de 4,66 millones
para la 14/15) lo cual la dejaría en 3,36 millones de toneladas.
La
situación podría verse agravada por los anegamientos de las últimas
semanas a lo largo del sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires. Previo a
la llegada de las precipitaciones extremas los suelos no mostraban
casos de estrés hídrico, fuera de algunos casos al oeste de la región
productora, con lo que los terrenos no derivan beneficio alguno de la
sobrecarga de humedad. Por suerte, la mayor parte de la superficie de la
zona núcleo que sí se implantó presenta un perfil alto que facilita el
escurrimiento, por lo que las pérdidas de cultivos se limitarían a los
lotes más bajos y de características planas.
Diferente
es la realidad en términos del efecto que el fenómeno podría tener
sobre los rindes, considerando la austeridad de los planteos en términos
del paquete tecnológico implementado. Como destacan los técnicos de GEA
en su último informe semanal, los escasos recursos financieros que
podrían haberse dedicado a la fertilización tal vez tengan que ser
utilizados para el manejo de enfermedades. Superar los 10 millones de
toneladas recolectadas parece utópico considerando no sólo la
circunstancia climática sino la austeridad de los planteos en términos
del paquete tecnológico implementado, ni hablar los 11,1 millones
calculados por el Departamento de Agricultura norteamericano. Para poner
el guarismo en perspectiva, lograr semejante cosecha requeriría un
rinde superior a los 34 qq/ha si tomamos la superficie reportada por GEA
y una pérdida del área sembrada del 3%.
En
la plaza local la operatoria no mostró mayores cambios con respecto a
la semana anterior. Las ofertas por la mercadería con pronta entrega
fueron mayormente realizadas por la molinería, mejorando unos $50 con
respecto al pasado viernes y pagando entre $1200 y $1350 la tonelada
según el contenido de gluten sobre un PH mínimo de 76. Los valores
ofrecidos por la exportación se mantuvieron sin cambios, pagando $1300
por tonelada por el cereal sin descarga con PH 78 y un 10,5% de
proteína. Por la misma calidad, pero con entrega en época
de cosecha nueva, un exportador de San Martín podía llegar a pagar unos
u$s 140 la tonelada.
Los
futuros de trigo del mercado a término de Chicago cerraron la semana
con saldo negativo tras alternar subas y bajas, ubicándose cercanos al
piso del rango de precios que transitan desde principios de mes. Con la
cosecha del cereal de invierno terminada en los productores del
hemisferio norte, la mirada está puesta sobre la coyuntura económica
internacional y el posible efecto que la misma tenga sobre demanda del
cereal y qué país se presente como el más competitivo a la hora de
suplirla.
A
excepción de Canadá, donde un verano notoriamente caluroso y seco
resulta en una proyección de producción de trigo de todo tipo de 24,63
millones de toneladas (un 16% por debajo de lo obtenido el año
anterior), pareciese que llegado el inicio de la temporada 15/16 los
principales productores pudieron dejar de lado todas los sustos
climáticos que surgieron a lo largo del primer semestre. Las fuertes
lluvias que azotaron al sur de las planicies norteamericanas, las
temperaturas récord del oeste europeo y la temporal falta de
precipitaciones en lo que solía ser territorio soviético no provocaron
mayores mermas en la productividad.
Los
productores del Mar Negro corren con ventaja en el mercado, ofreciendo
un descuento de varios dólares con respecto al cereal del Golfo de
México, y pudiendo aprovechar su cercanía a los compradores del norte de
África y Asia. Sin embargo, al igual que en nuestro país, políticas
comerciales discrecionales y poco claras limitan el potencial
exportador. El caso de Rusia es destacable, con sus ventas de trigo al
exterior en lo que va de la campaña mostrando una reducción interanual
del 50% de acuerdo a datos oficiales, a pesar de que se estima que la
producción no sea más de un 5% menor que la del año anterior. Con
semejante sobreoferta, la relajación de este tipo de medidas podría
provocar una depresión adicional de los valores, pero dado el enrarecido
panorama global, hacerlo parece improbable.